Furió de Aigua Gelida – Sardinada

Llafranc – 11 de octubre – 09:30 horas. Empiezan a llegar, poco a poco, y algunos con cara de haber dormido menos que otros, los 26 participantes en la inmersión del día, con posterior sardinada, al centro de buceo Snorkel. Tras un intenso intercambio de licencias, seguros y dinero con la amable recepcionista – “ésta no me sirve” … “mejor la de FEDAS” … “ese seguro está caducado” … “eso del PADI digital que puñetas es?”, procedemos a equiparnos y abordar la furgoneta que nos conduce hasta el puerto. Una vez allí, el patrón del barco, amable y orondo, que nos recuerda a un conocido personaje de la película “Austin Powers”, nos comenta que hace buena mar, y nos da algunos consejos de última hora.

Partimos hacia el lugar de inmersión, “Furió de Aigua Gelida”. A medida que nos acercamos, nos damos cuenta que el término “buena mar” es algo optimista. Una vez amarrados a la boya, la primera en zambullirse se convierte a su vez en una indicadora visual y acústica (“eeeeh! que me vooooy!”) de la fuerte corriente que reina en el lugar, y que nos dará bastante trabajo. Uno tras otro, nos vamos al agua, y nos sujetamos a las cuerdas para no cansarnos aleteando contracorriente… para proceder a cansarnos sujetándonos a la cuerda. En éste punto, ya habíamos (por no dar nombres) tenido problemas con una tórica, unas aletas perdidas, varios mareos incipientes, y alguna caída por el oleaje.

Como punto de aprendizaje para otra ocasión, en casos así, con tanta corriente, es mejor hacer grupos más reducidos e ir saliendo, porque un grupo tan grande tarda demasiado en empezar la inmersión, para cuando los primeros en saltar ya están hechos polvo.

Iniciamos el descenso, comprobando que la corriente disminuye algo en profundidad. Podemos ver gorgonias en las paredes, y algún banco de barracudas, con visibilidad moderada. Llegamos hasta los 25-30 metros, donde la corriente es más suave entre las aletas de roca. Se hacen varios sub-grupos, con intercambios ocasionales entre unos y otros (léase: “me he perdido, espero que éstos de negro vuelvan a mi barco”). Sin más problemas, excepto una mascarilla inundada que se resiste a ser vaciada con métodos normales, vamos ascendiendo. La parada de seguridad se hace eterna, debido a la corriente.

Por si el personal no se encontraba suficientemente mareado, el barco parecía que quemaba gasoil de la guerra de Korea, soltando una miasma tóxica que acabó de volcar el estómago a más de uno. La sardinada peligraba, a punto de convertirse en una biodraminada… pero resistimos! Todos ya a bordo, risas, anécdotas, comentarios y buen humor reinan hasta llegar al puerto. El tiempo sigue acompañando, con sol y buena temperatura.

De vuelta al centro de buceo, toca lavar bien el material, ducha, y empezar a preparar las brasas, mientras otros montan las mesas, cortan el embutido, y se inauguran dos barriles con hielo, agua y bebidas. Ciertos elementos del grupo se dedican al allioli, que es preparado a mano con mortero y mazo. Algunos intentan clasificar el resultado con el número de peligro 339… por si acaso, tenemos controlados algunos extintores. Las brasas dan color y sabor a las sardinas, butifarras y pan, y por fin nos sentamos a comer, reír, hablar, y disfrutar del gran compañerismo que se respira. Como punto final, dos tartas de Santiago!

Antes de irnos, y al ver que sobraban sardinas, se empiezan a improvisar tuppers, dignos de la audacia del Cos de Bombers de Barcelona, como botellas de agua cortadas por el cuello, bolsas del súper con agujeros, y bandejas de plástico. Nos consta también que los gatos de la zona agradecieron nuestro paso por allí.

En definitiva, un día estupendo, digno de ser repetido!

Autor: Miquel Puchol

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