Empezamos el curso de B1E diez personas que apenas nos conocíamos; algunos nos apuntamos después de haber probado un bautizo submarino y habernos enamorado de la sensación vivida en el mar, otros buscaban aventuras y experiencias nuevas. Todos teníamos en común las ganas y las caras de novatos al introducirnos en un mundo todavía desconocido para nosotros.
Durante las clases de teoría, introducidas siempre por la seductora voz del DVD –menos mal que después Jose nos despertaba y añadía las explicaciones en vivo y en directo–, aprendimos sobre el material con el que íbamos a sumergirnos. Aprendimos sobre los efectos de la presión sobre ese material y sobre nosotros mismos; sobre los efectos de la saturación, de la insaturación y la sobresaturación de nitrógeno, y sobre los signos y síntomas de la enfermedad descompresiva y el miedito que puede dar si no sigues bien las tablas. Aprendimos que una semana tan intensa puede hacer mella en nuestro poder de concentración, ya que unas simples operaciones siguiendo las tablas se podían transformar en eternas discusiones en las que acabábamos en el punto de partida gracias a que al menos un miembro del equipo tenía las ideas claras. Eso sí, aún cuando los niveles de cansancio eran extremos, aquellos que se quedaban dubitativos sabían que siempre les quedaría Internet.
Las prácticas, aquellas clases en las que despertábamos ansiosos por dominar el medio, empezaron por darnos a conocer a aquellos que iban a ser nuestros instructores: un sonriente exhibicionista poniéndose el traje en el agua y un ex boxeador con los brazos en jarra y mirada desafiante. A los que no conocíamos al segundo se nos caían goterones de sudor frío solo de verle la pose –menos mal que 30 segundos después la pose cambió y se mostró tal cual era–. Nos enseñaron a montar el equipo, a ponérnoslo en condiciones, a saltar al agua protegiéndonos –aunque algún incauto acabó con chichón por no seguir las instrucciones–, a confiar y poder depender de nuestros compañeros, a ponernos el equipo incluso dentro del agua, ¡y eso que algunos ya encontrábamos retos en enfundarnos el neopreno fuera!
Fueron 6 días intensos y durante cada uno de ellos aprendimos valiosas lecciones, aunque no todas ellas fueron sobre buceo, algunas se podrían clasificar como lecciones de vida. A pesar de ser muchas, he aquí una selección de las lecciones de la semana:
1. Si Jose dice que es importante asistir a una sesión, tú asistes. De lo contrario puedes acabar en bañador mientras los demás hacen prácticas con el neopreno puesto.
2. Si no queréis perder a un niño por la carretera, atadlo a vuestra espalda con una cuerda. No importa la pena que dé mientras os prometa que no se dormirá en la moto.
3. Llevar el traje de neopreno y perder los lastres = flotabilidad positiva. Aprende a querer a tu compañero de buceo, porque de él dependerás en el caso de perder los plomos y empezar a subir como un globo.
4. El nitrógeno puede ser perjudicial para la salud: saturación, sobresaturación, insaturación…
5. El uso de las tablas teniendo plenas facultades puede ser complicado; si te lo planteas bajo el agua, la puedes liar; si eres novato, casi que mejor que te asegures de ir con un experto y de llevar un ordenador.
6. Quitarle las gafas al compañero no es más que una preparación para condiciones que pueden darse una vez en el mar.
Tras seis días de clase estábamos listos para probar las inmersiones en mar abierto. Nos reunimos el sábado en el puerto de Blanes. En la Platja dels Capellans nadamos entre medusas mientras nos hacíamos con el medio. Algunos de nosotros nos encariñamos con estos seres violetas y nos los grabamos en la piel. Ejercicios de golpe de riñón, de arrastre, de flotabilidad y ya estábamos preparados para nadar y encontrarnos con pequeños seres como el pulpo que decidió explotar en nuestras caras.
La paella de la comida nos sentó de lujo, algunos indagaron sobre las vidas de otros, otros simplemente disfrutaron del flujo de información. Repusimos fuerzas y volvimos al agua siguiendo a nuestros queridos instructores. Las inmersiones nos dejaron agotados, pero encontramos fuerzas para unos mojitos de equipo.
El domingo amaneció tarde para algunos y por mucho que intentaron llegar a tiempo, puesto que 3 minutos se convirtieron en 30 y un contratiempo se sumaba al anterior, no lo consiguieron. Una vez todos juntos, nos hicimos la foto de familia, todos estupendos y sonrientes. Nuestra inmersión de graduación fue en la Cala Sant Francesc: el día nos acompañaba, la visibilidad era perfecta y los ánimos iban a juego con el día. Bajo el agua comprobamos una vez más que podíamos reír a carcajadas, que confiábamos 100% en nuestros compañeros y que realmente habíamos hecho bien en unirnos al curso, por lo que decidimos celebrarlo dándonos otro festín. Fue un fin de semana intenso en el cuál pudimos sumar nuevas lecciones vitales a las ya aprendidas durante la semana.
7. La técnica Power Ranger te permite mantenerte a flote en el punto justo mientras que proporcionas un momento placenteramente divertido a tus compañeros.
8. La falta de puntualidad puede costarte unas cervezas y miradas peligrosamente serias de tus instructores.
9. En toda foto de familia siempre habrá algún personaje que haya ensayado la pose y que haga quedar mal a todos los demás.
10. Cuidado con la información que compartes. Si tienes reparos en cuanto a privacidad, una mesa con bomberos no es un ambiente seguro… al día siguiente puede reventarte en la cara.
Sobrevivimos y aprendimos todas las lecciones, dimos lo mejor de cada uno de nosotros y los diez miembros de la clase tenemos ahora el título de buceadores 1 estrella gracias a una buena organización por parte de todo el equipo de la S.A.S. Solo nos queda una cosa por hacer: seguir reuniéndonos como buena familia en las inmersiones que vayan surgiendo.
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Autora: Elisabet Valle