Mare Rostrum 2014

El mar rojo en realidad es azul, ¡muy azul!, sus aguas ofrecen distintos matices cromáticos desde el azul marino al celeste.

Muchas son las teorías sobre la etiología de su nombre. Algunos creen que recibió su nombre por las montañas de rocas rojas que se encuentran cerca, llamadas montañas rubí en hebreo; o por las llamativas tonalidades rojizas que adquiere el cielo durante los atardeceres. Otros,  insisten en que lo reciben por las mareas de algas que tiñen el agua de rojo marrón ( Cyanobacteria Trichodesium erythaeum), incluso hay teorías que dicen que se trata de un error en la traducción de la biblia. En cualquier caso, lo cierto es que algo inspiro a los antiguos marineros que llamaron a estas aguas Mare Rostrum, Mar Rojo.

Se trata de un mar tropical formado hace 40 millones de años cuando la península arábica se separó de África, permitiendo la entrada de las aguas del Océano Indico. Actualmente, se conecta con éste a través de un pequeño estrecho por el sur,  el norte conecta con el mediterráneo a través del canal de Suez.

Con sus 2200 km de largo baña varios países de los continentes Africano y Asiático. Egipto posee 1000 km de sus costas. Se trata de un litoral rocoso y lleno de montañas, donde las aguas conservan una sorprendente pureza debido a que no hay afluentes fluviales que desemboquen en ellas, las lluvias son poco frecuentes, de ahí que se conviertan en una especie de pecera gigante donde casi una cuarta parte de su fauna marina no existe en ningún otro lugar del planeta.

¡Así que allí nos fuimos! Aterrizamos en Hurgada, un antiguo pueblo pesquero,  ni muy al sur, ni muy al norte, convertido con el paso de los años y afluencia de buceadores en un centro turístico algo descontrolado urbanísticamente. Un mini bus nos transportó hasta el barco donde nos encontramos con la avanzadilla del grupo, mucho más morenos (alguno incluso tostado), que cuando llegaron a la tierra de los faraones.

Saludos, presentaciones, reparto de camarotes, reglas básicas… hambre canina y cerebro a punto de entrar en estado OFF, por no decir en estado de schock, hipoglucémia maligna y gru gru estomacal.  Conocemos al “Santo Maomud” que nos aporta glucosa a nuestras neuronas y paz a nuestros estómagos a través del primer tentempié en el comedor y nos vamos a dormir.

¡ Buenos  díasssssss! el barco se mueve y empieza la vida a bordo, el tiempo te atrapa  y pierdes el control del reloj. Durante los próximos días será el sol y las estrellas las  que marcarán el paso de los días. El sonido de la campana te anuncia que nos sumergimos, que el desayuno, comida o cena está  preparado, o bien, que otro acontecimiento importante merece la reunión en la cubierta. Convivimos con una tripulación sensacional compuesta  por diez  sonrisas infinitas, capitaneados por un hombretón de mirada tranquila que transmite mucha paz. Alba y Elena las dos pacientes guías nos acompañan en nuestros paseos bajo el mar, buscando las mejores zonas de inmersión a favor de las corrientes.

Y el sol salió… Zarpamos de Hurgada hacia el sur, paramos en un arrecife “Gota Abu Ramada” , tres inmersiones no muy profundas como toma de contacto  rodeados de color, y allí estaba ella sobre el coral, con su caparazón de mil tonalidades verdes, relajada, mirando de reojo como si nada… de repente… zas, zas, zas, flos flos flos y ¡ahí os quedáis!

Ciertamente el mar rojo es azul de mil tonalidades, sus atardeceres son rojos e incluso hay presencia de algas rojizas marrones flotando en su superficie… ¿o acaso no son algas?, sus aguas templadas claman al baño constantemente. En esta zona aun podíamos bañarnos  con tubo y gafas, ¡e incluso de noche!. Durante los próximos días solo podríamos hacerlo con botella. Al ponerse el sol, ¡al agua!. Tal como recordaba, los habitantes nocturnos cobran vida mientras los diurnos flotan como muertos. Nos rodean peces globo, peces piedra, escorpiones, morenas cazando…  Al salir del agua la noche invita a dormir bajo las estrellas.

El sol despuntaba en el horizonte con fuerza, con la misma fuerza que le falta a uno de los motores del barco…  sin tierra a la vista aun… navegábamos algo lentos, algo cojos, con un mar encabritado, las olas golpeaban el casco constantemente y no ayudaban mucho a mitigar el mareo de alguno de los pasajeros. Durante esa travesía, un motor murió y nunca se recuperó. El mar encabritado y la falta de un motor dificultaría los amarres, la salida y la recogida de los buzos los próximos días. La pérdida  de ese  motor puso en riesgo el plan de viaje, pero finalmente se supliría la lentitud con un regreso en bus.

Y así  renqueando llegamos a nuestro próximo destino. Las Islas Brothers,  dos islas hermanas, la mayor, coronada por un pequeño faro, y dos naufragios en las faldas de sus paredes de coral. Las inmersiones aquí nos regalan algún pecio (Aida II), un tiburón zorro, algún gris y algún martillo lejano, atunes, morenas mutantes, peces de mil colores, paredes vertiginosas colonizadas de inmensos corales blandos, aguas azul… de un azul tan turquesa que  hasta marea… de repente, surgen sombras que se acercan, te miran… y se van antes de que proceses que es lo que estás viendo. Sus corrientes y las olas dotan a la escalera del barco de vida propia,  ella sube, baja, golpea, ¡pim pam, ostias para todo el mundo, aquí no sube nadie!. Flotábamos esperando el turno de subir, observando un barco que se hunde  a la altura de nuestros ojos o se eleva dos metros, miro para arriba, para abajo, para arriba, para abajo… Algunos lo conseguimos a la primera, otros fueron despedidos o golpeados en el intento.  Finalmente la cosa quedo en tablas, con algún herido leve.

La hermana pequeña se nos presenta mucho más tranquila, más amigable y más mágica.  En su parte norte sobresale un gran arrecife con enormes corales en forma de abanico, con el barco al amparo de la isla pudimos disfrutar de las inmersiones en el arrecife sin sufrir agresiones de la poseída escalera.

El siguiente destino “Abu Kizan,” más conocido como Daedalus Reff. Situado en medio del mar rojo, a medio camino de Arabia Saudí y las costas Egipcias.  Un faro emerge sobre una isla artificial en el centro del arrecife más grande que hemos visto. Lo construyeron los franceses en el s. XIX  (1863). ¡Es impresionante!, las vistas de 360º desde lo alto del faro no dejan a nadie indiferente. Desde allá, en medio de esa inmensidad azul, o turquesa, o azul marino, o azul… una se pregunta como ese señor barbudo abrió esas aguas con un solo levantamiento de cayado allá por el norte en los años 1250aC.  “ y los hebreos caminaron a pie por medio del mar, mientras las aguas formaban un muro a diestra y siniestra”. ¡Pues va ser que no! .Teorías actuales sostienen el acontecimiento y lo explican como un fenómeno meteorológico único. Afirman que  el viento sopló con una fuerza tal que secó o  desplazó las aguas ¡ JA, JE, JI, JO, JU!   y a Moisés y sus secuaces no les movió ni un pelo…

Se me va la pinza, ¡perdón! … Estábamos en Daedalus…  Aquí el avistamiento  de tiburones es mas frecuente. Durante nuestras excursiones bajo las aguas, que si dos martillos, tres grises, otro gris… otro martillo solitario, grandes corales, napoleones… Las corrientes marcan el ritmo y la dirección de las inmersiones, que si para el norte… mejor hacia el sur… pues vuelvo al norte que me queda aire… ¡pues yo me voy con estos! Uppsss! ¿ y quien son estos? Estos lo ignoran y lo dejan a su suerte, ¡que malditos! , pero alguien lo rescatará y lo traerá sano y salvo. Las bollas rojas van saliendo a la superficie para marcar nuestra posición.  Nos dejamos llevar bajo  las aguas hasta la llegada de las zodiacs que nos llevaran  de vuelta a nuestro barco.

La vida a bordo no es muy estresante, comer, descansar y bucear.  Las comidas son apoteósicas, muy ricas y variadas. En los periodos de descanso unos duermen, toman el sol,  charlan, juegan, leen, o simplemente observan desde la cubierta hacia el  horizonte, hacia el mar sin fin. Yo buscaba  aletas asomar en la superficie,  sombras bajo el mar y la vi llegar… flis, flis, flis, algo pequeño, muy brillante se acerca y se posa junto a mi mano, ¡Una libélula! Me dibuja una cara de asombro, acompañada de una sonrisa y flis, flis, flis, tal como vino se fué. Dirigió su vuelo hacia el mar, bajando hacia las aguas y allí cambio sus pequeñas alas por otras mas grandes, mucho mas grandes. ¡Uaaaalaaaaa! Una manta inmensa de mas de dos metros,  giraba y giraba hacia delante, hacia atrás, giro tras giro… regalándonos todo su esplendor.  ¡Alucinante!, ¡Mil Gracias! … Nuevas sombras bajo el casco, ¡tiburones oceánicos! con las ultimas luces del atardecer. El sol se esconde pintándolo todo de tonos anaranjados que se van dispersando hasta convertirse en violetas… ahora el faro domina el cielo cuan oráculo invitando a otra noche bajo las estrellas.

Otro amanecer, este nuevo día dibujará sonrisas de pura alucinación. Desde el azul, martillo a la vista que se aleja hasta perderse, 5 minutos mas tarde otra sombra alargada sobre nuestras cabezas se aleja hasta desaparecer… azul… azul… y mas azul, ¡me aburro!… miro hacia un lado, azul, hacia el otro lado, más azul, hacia arriba, azul, hacia abajo … de repente en el azul de mis pies algo se mueve, se acercan sombras que ascienden, hasta rodearnos, nadan, bailan a nuestro alrededor, girábamos al compás con cara de bobos. Ni se cuanto tiempo paso, creo que el tiempo se paro durante todo el baile. Se oían alarmas a lo lejos,  avisaban de algo… sube! Y subí!. Las figuras se fueron perdiendo hasta desaparecer en las profundidades. La inmersión llegaba a su fin, parada de seguridad, merodeo flotando agarrados a eso globo rojo y ¡zasss en tooo la boca!, una manta con dos grises.

Nuestra última noche en el mar, una gran tarta, bailes y navegación nocturna hasta Elphinstone, de camino a Marsa Alam donde nos espera el bus que nos retornara a Hurgada. Elphinstone es un arrecife de paredes escarpadas, cubierta de corales blandos,  conocido por muchos de nosotros. La leyenda dice que su arco situado entre los 50-70m alberga un  sarcófago de un faraón desconocido. Y allí estaba él, sin plomos… todos bajan menos él, que vuelve velóz al barco, se apodera de unos plomos casi sin ser visto y como por arte de magia, adelanta al resto del grupo bajo el arco…

Como fin de viaje, paseo por el jardín de coral de Abu Dabbab a pocos km de la costa. A poca profundidad, festival de color ante nuestros ojos. Formaciones de coral de todas las formas y colores. Grandes, pequeñas, duros y blandos, todos  pintados de tonos pasteles que conjuntan con sus habitantes. Cada curva, cada cavidad, cada pasillo es una explosión de color y vida. Una gran e impasible tortuga verde, payasos, peces ballesta, peces mariposa, banco de calamares… No podría haber un mejor final bajo ese mar.

Una larga línea de costa empieza a dibujarse en el horizonte, cada vez grande, cada vez más cerca. Empiezan a distinguirse las construcciones a medio hacer y un bus rodeado de niños en medio del árido desierto. Llegó la hora de abandonar la embarcación, de tomar las últimas fotos de grupo y de despedir a la tripulación que retornará el barco. Esta vez nadie fue lanzado al agua, ni fué víctima de los zambullos bomberiles. Montamos en las zodiacs por última vez, ya no vamos enfundados en los neoprenos, ni llevamos botellas a nuestras espaldas, no saltaremos hacia atrás al grito de uno, dos y tres, no seguiremos las corrientes, ni siquiera el arrecife… saltaremos a la playa, a la misma playa de hace unos años y una vez más subiremos al bus dejando el inmenso azul atrás.

Autora: Noemí Molero

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